1982

La Segunda Estrella: un título en frío 

Nadie creía en el triunfo total en ese domingo gris y bogotano. El Doctor Gabriel Ochoa Uribe sólo pensaba en ganarle a Millonarios para mantener la ventaja. La noche del sábado se organizó un baile de colegio en un recinto adyacente del hotel Dann Colonial y el ruido no permitía dormir.  Temprano Ochoa ya salía para misa. Después lo hicieron otros jugadores. Hacia el mediodía muchos hinchas merodeaban por el hall en busca de boletas.

Pasadas la dos y media de la tarde el equipo salió para el Estadio ‘El Campín’ en un bus destartalado que le cedió Millonarios. Al llegar se vio a El Duende y todo el mundo se preocupó por su suerte. El Doctor Ochoa preguntó si estaba borracho, Alvaro Guerrero le regaló la boleta. Entraron al camerino y el presidente Pepino San Giovanni les deseó suerte. Los directivos fueron en busca del palco de la Dimayor. Todos tenían aungurios para la suerte: que el estadio no estuviera lleno y que la lluvia no fuera inminente. Ambos se me cumplían. América contaba con el respaldo de los caleños que viven en Bogotá, localizados en oriental, y las barras que habían ido en buses, que ocuparon la parte occidental.

El equipo empezó jugando de sur a norte. Millonarios trató de atacar pero América lo controlaba bien. En el minuto once sucedió lo maravilloso: Quiñónez recibe el balón por el lado derecho, camina con él y tira el centro; Battaglia salta y la peina atrás, la recoge Damiano, quien inicialmente intenta ir hasta la línea pero se devuelve y casi perdiendo el equilibrio entrega el balón a Caicedo que viene de atrás. Entró como una ráfaga y le pego de izquierda a unos 25 metros del arco. Caicedo nos decía después que cuando pateó, levantó la cabeza y comprendió que era gol. Vivalda trató de hacer lo imposible. La malla vibró.

Después la espera impaciente. Los comentarios entre nosotros. La incertidumbre de los marcadores en otras plazas. El aguante del ataque Millonario en el segundo tiempo.

Y el equipo jugando bien, con tranquilidad, sin desesperarse, tratando de tocar. Barberón arremetiendo sobre Quiñonez. Este, un poco arrasado, lo derriba. El arbitro le muestra la amarilla, de inmediato, viene el cambio por Valencia. Ochoa no arriesga. Posteriormente, lo acostumbrado. La salida de Alfaro, que lo ha dado todo, para el toque final del ‘Paisa’ Sierra. Poco a poco, el tiempo nos beneficiaba. Sabíamos de la victoria del Tolima. Nos enfrió un poco el empate del Pereira pero nos alegro el segundo gol del Nacional. Todo empezaba a darse. No quisimos darnos cuenta del tiempo hasta que se acercaba el final. Faltaban cuatro minutos angustiosos. América hizo memoria de lo que había sucedido en Pereira y Sierra organizaba el toque en el medio campo.

Millos no quiso saber nada mas cuando faltaban dos minutos. Nitti, en un gran arbitraje, se acercó al centro y ya antes de pitar estábamos abrazados. Salimos corriendo en busca del camerino. Nadie abría. Corrimos hacia la puerta que daba a la cancha. Jairo Ante se cayó en las gradas y se pegó en la rodilla. Lo levantamos y nos dirigió a nuestro destino pero la policía no nos permitió la entrada. Solo a Pepino. Nosotros nos devolvimos al camerino. En ese momento llegaban Raúl González, la esposa del Doctor Ochoa y su hijo. Más que alegría había estupor. Los jugadores sentados, algunos periodistas inventando una euforia que todavía no era exteriorizada. Ochoa, nos contaron, desde que el arbitro pitó no pudo evitar el llanto y entró al camerino solitario mientras los jugadores festejaban en la cancha, abrazándose entre sí. La hinchada empezó a gritar desde afuera.
Miercoles 7PM-Sabados 5PM
 
Homenaje A CHANCHERO Pte
 
BARON ROJO SUR PEREIRA
 
 
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